Archivo de agosto 2008

Mercado de trabajo, distribución del ingreso y proceso de marginación social

Entre los múltiples elementos constitutivos del proceso social que genera diverso tipo de marginaciones, se ubica indudablemente el de la inserción en el proceso productivo.
La participación (o no) en dicha instancia, las formas –habitualmente escasamente satisfactorias- en que la mayor parte de los integrantes del mismo logran apropiarse de parte de los resultados, la perduración de modos de inserción irregulares o desprotegidos, la distancia creciente entre la masa de bienes y servicios producidos y la accesibilidad a ellos a partir del proceso productivo en cuestión
La inequidad distributiva es relevante tanto en relación con valores éticos esenciales cuanto en términos de la propia continuidad del proceso económico (realización de la producción).

Habitar y proyectar: Ir más allá de la gestión compartida como modo de inclusión

Muchas de las propuestas proyectuales, con el significativo objetivo de superar situaciones de marginación social en la ciudad, sólo han reforzado la estigmatización de los habitantes que padecen tal condición. Esto es resultado de que sus estrategias han operado desde una lógica de opuestos, instaurada académicamente: “ciudad legal / ciudad ilegal” (Hardoy; Satterthwaite, 1987); o bien en lo geométricamente rotulado: “ciudad formal / ciudad informal” (Solá Morales, 1996; Wigley, 1998;  Sassen, 2005); o el tradicional par “centro / periferia”, aun vigente.
Sin embargo, en los últimos años han aparecido nuevas miradas y políticas de reformulación y acción, fundamentadas en la necesidad de un pronto reciclaje o superación de las antedichas categorías, indudablemente perimidas, y que acerco aquí para el debate.
En Latinoamérica, en la búsqueda de mejores condiciones de habitar –y por la necesidad imperiosa de un acercamiento a los centros urbanos para acceder al mercado laboral- los grupos sociales más desposeídos marcan en el territorio su condición de exclusión, radicándose en las tierras que “la ciudad” va dejando vacantes. Generan de este modo un hábitat, que se sitúa entre dos polos de tensión: la apropiación y la represión (Doberti y otros: 1999) .
La apropiación surge de la exigencia de satisfacer las necesidades básicas de un espacio con techo. Se hacen propios, de un modo muy precario, tanto el terreno –generalmente de propiedad del Estado– como de materiales que son reciclados – chapa, cartón, nylon – para configurar su primer instalación . El polo de la represión es el límite de las apropiaciones, siempre variable, confundiéndose lo propio con lo apropiado, otorgándole rasgos de fragilidad e inestabilidad.
Pero es dable destacar que pese a la represión latente, dicha apropiación se expone espacialmente manifiesta en el territorio de la ciudad. El reclamo político del “derecho al techo propio” como elemento de justicia social, ya sea desde la petición popular o desde la gestión de la política estatal, necesariamente ha estado referido, simultáneamente, a la adquisición de la tierra y al acceso a una vivienda digna.
Sin embargo, en los tiempos que corren y ante el intento de observar desde un enfoque social la dimensión más tangible del conflicto de la vivienda, nos compromete a interpretarla como un elemento de exclusión o inclusión en la ciudad que conlleva, consecuentemente, el derecho a la ciudadanía.
El concepto de apropiación que vincula, desde una mirada interdisciplinaria, a los proyectos urbanos con las prácticas y saberes antropológicos y sociológicos, nos permite hoy hablar, además de la aparición de nuevas centralidades urbanas, de inéditas facetas de interacción socio-estatal, en recortes urbanos que anteriormente no eran considerados en el mapa político.
Observamos que esta dinámica se traslada a la implementación estratégica de una diversidad de políticas de estado, que no sólo son apropiadas y aprehendidas sino modificadas por la participación neurálgica de los grupos sociales en cuestión. En palabras de Jordi Borja  (2002), podemos concebir la situación de la siguiente manera: “La ciudad es a la vez `estado formal de derecho ´ y `derecho real a la transgresión”.
La co-participación de habitantes, técnicos y estado nos lleva a recordar a Merleau Ponty (1973)  , dándonos palabras para decir que perseguimos nudos de significación que no son ni estáticos ni universales, sino que se encuentran en trance de hacerse y deshacerse dentro de la trama de la experiencia y el saber.
En esta interacción, en muchas cosas exitosa, lo que cabe preguntarse es: ¿hasta que punto todos los grupos destinatarios de las políticas estatales de vivienda y urbanización cuentan con las herramientas para articular las estrategias que se le ofrecen? Y la condición necesaria de incorporarlas, ¿No entraña una nueva modalidad de exclusión?

Liliana D’Angeli – Facultad de Arquitectura/UBA

 

[1] Doberti, R; Giordano, L; D´Angeli, L; Petrilli, M; Fernández Castro, J;  Misuraca, A. La Incógnita del Gran Buenos Aires. Edición CAPBA.  Morón, Argentina. 2000.

[1] Luego se percibe una consolidación de la apropiación, reemplazando los materiales efímeros por otros más perdurables, como bloques y ladrillos. La Villa 31, en el barrio de Retiro de la Ciudad de Buenos Aires, tiene viviendas construidas por sus habitantes con una tipología urbana de Planta baja y hasta cuatro pisos en altura. Además de estar provista de locales comerciales del tipo llamado “corralón de materiales”, gran parte de su población son trabajadores ilegales de la construcción, sin derechos laborales.

[1] BORJA, Jordi. La Ciudad Conquistada. En Café de las Ciudades. Revista digital de aparición mensual – año 1 – número 2 – diciembre de 2002. [www.cafedelasciudades.com.ar/numero_dos.htm#tendencias] {Consulta: 11/6/2005}

[1] Merleau-Ponty, M. 1973: Signos, Ed. Six Barral, Barcelona.

 


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